1. El primer apunte es para el trabajo de edición. El subrayador es una selección y una remezcla de El equilibrio, un compilado de columnas que Mairal publicó en Argentina el año pasado. El nuevo orden —el orden de Laurel— tiene aquí la disposición de una progresión cromática: pasamos de una columna a otra a través de ligeros cambios de tono y de tema en un diseño que casi siempre emparenta un texto con otro. Esta remezcla es una clase de edición.
2. Mairal construye figuras de alambre con sus manos. No es una metáfora: hay varios videos colgados en Youtube que lo muestran afanado en la tarea. Dobla el metal, dice, como una suerte de “antídoto contra la neura personal y nacional”. La gracia consiste en dibujar una figura con un solo alambre, aunque se trate de una bailarina, un rinoceronte o un tipo meando. Ese empeño de continuidad y de unidad funciona como una poética personal: “Quizás por la idea de fluidez, algo que uno busca también en los poemas, en las columnas, en los cuentos: que sean hechos de una sola pieza, una misma música, un solo soplo de vida”.
3. Las columnas de Mairal son una forma de autobiografía. Por eso mismo los temas “son deliciosamente misceláneos”, como apunta Zambra en el prólogo. Lo son porque Mairal tiene la virtud de convertir en tema hasta el rincón más estéril de la experiencia, como una espera frente al mesón del McDonald’s o la detención en un servicentro para cargar bencina. El libro termina conquistando al lector por eso: porque este puñado de cuentos no son otra cosa que un solo gran cuento sobre mirar el mundo y escribir sobre objetos que siempre estuvieron ahí, frente a nosotros. Santiago Llach lo dice mejor que yo: “Mairal se las arregla para producir felicidad en el lector”.
4. Todas las columnas de Mairal son columnas-cuentos y en todas hay siempre un chispazo de poesía, que es ese hueco luminoso a través del cual mira Mairal y nos enseña a mirar. Hay columnas teñidas de melancolía y hay también columnas escritas con humor, lo que nunca es fácil porque escribir con humor como lo hace Mairal es convertir el humor en un tono.
5. Mairal tiene otra virtud: titula muy bien. No podría de ser de otro modo: en esa poética de la fluidez, de la unidad, el título es muchas veces el pliegue inicial donde el alambre se dobla y completa la figura.
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