Y llega el día en que tu hija es capaz de ganarte en el juego. No me refiero a un juego de video, sino a perder la batalla sobre un tablero conocido, en el que tienes práctica. Imagino que es un momento en el que la relación entre padres e hijos traspasa un umbral sin retorno: dejas de ser invencible y te conviertes en un héroe vulnerable. Seguir leyendo