«¿Cómo voy a escribir con mi hijo colgando de mis pelotas?», se queja Lucas Pereyra, el protagonista de La uruguaya. Al otro lado de la mesa lo escucha su amigo Enzo, un escritor mayor. Es apenas una línea de diálogo, pero podría ser perfectamente la bisagra de la novela, el punto donde convergen todos los caminos y todos los temas se cruzan. La cuestión es ésta: cuando tienes una familia y unas cuentas que pagar, la literatura puede ser al mismo tiempo un lujo y una forma de suicidio. Seguir leyendo